Carmen y yo nos conocimos por un tuit en el que ella buscaba compi de piso y yo buscaba piso al que mudarme allá por 2017, que parece hace dos días pero te pones a pensar y llevamos viviendo juntas siete años. Quitando a mi familia más cercana, es la persona con la que más tiempo he convivido y creo que aguantarse mutuamente durante tanto tiempo dice mucho de dos personas. Hace pocas semanas me fui a vivir con mi novio y la echo de menos cuando me apetece ver un capítulo de Love is Blind, cuando quiero cotillear o cuando quiero estar con ella en silencio parallel playing en el salón.
Carmen es arquitecta, yo creo que como forma que ha encontrado de canalizar su amor por la estética en el más ampio de sus sentidos. Su sensiblidad la lleva a cansarse muy rápido de cosas que se convertirán en cringe en seis meses, a detectar trends y verbalizarlos antes que nadie, y a mantener viva la curiosidad que la hace pasar horas y horas en los confines de la red. Siempre me manda las cosas más oscuras (en el sentido “obscure”, lejos de la corriente principal), y siempre se siente como estar explorando las paredes de internet el hablar con ella. Por eso la tengo que sacar de la chistera en cada conversación que tengo con alguien que ni siquiera la conoce. No miento cuando digo que me da terror desconectarme del presente de la red al no convivir y hablar a diario con ella, y que sigo entrando en mi twitter inactivo para (a parte de para hate-readear a gente que me cae mal) leer cada tuit brillante que pone.
Ella dice: “Estoy escribiendo esto en las notas de mi móvil desde la cama, el sol entra por la ventana en el ángulo perfecto, i’m just a rotting in bed girlie. Lo peor del estar crónicamente online es que acabas entregándote un poco a esta moss life. Siempre he admirado en Ainhoa la capacidad de estar en los sitios guays de internet sin caer en el niñoratismo o las 10 horas de screen time. Ella siempre ha sido para mí un poco la patita imaginaria posada sobre mi patita digital diciéndome “it’s time to stop posting”, así que entenderéis que Gargoladigitalizar esta semana es para mí algo serio, mi examen más importante, espero estar a la altura.”
Carmen es la mejor tuitera que conozco (aunque admito que si eres propenso a tomarte las cosas que escriben desconocidos de manera personal, no es para ti - pero personalmente, y como persona que se podría sentir atacada por 2 de cada 3 cosas que pone, me parece una lástima dejar pasar su genio absoluto por ello), también comparte cositas en su insta y cuando tenemos muchísima suerte publica algo largo en su cuenta de Medium. Te dejo con ella para comprobar por qué creo firmemente que está avanzada a todos nosotros.
10 postales desde mi cama
1. Mi algoritmo de Tiktok. No me lo ha pedido, pero sé que Ainhoa desearía secretamente que hablase de esto. Estando en la misma habitación a veces hago scroll en Tiktok y ella al escuchar los sonidos delirantes que se van encadenando me devuelve una mirada de preocupación. La era del pasar horas en Tiktok y comenzar frases con “he visto en Tiktok que…” ya ha pasado. Ahora lo que se lleva es atrofiar tu algoritmo, evitar cualquier tipo de segmentación de mercado, become untargeteable. A base de adulterarlo he conseguido el algoritmo de la locura ideal. Algunos días hago un scroll perfecto y con tres minutos me siento completamente saciada, circuitos de dopamina llenos. Hablándolo con mi amigo Abel, me comentó que pensaba que Tiktok lo hace a propósito, que el algoritmo sabe perfectamente lo que necesitas pero no te lo va a ofrecer más que ocasionalmente “¿Es esto lo que te gusta, eh? Podría dártelo, pero elijo no hacerlo >:)”. Un scroll perfecto de tiktok para mí incluye: sonidos estridentes, algún vídeo con 3 visualizaciones, imágenes que te hacen dudar de si estás sufriendo un derrame cerebral, gente con enfermedades raras, gatos a los que se les atribuyen crímenes de guerra, gente bailando los Smiths o Cocteau Twins, tiktok árabe, apología del conducir borracho, gente con el micrófono estropeado, gente de más de 75 años y Joaquín Pichardo.
2. The call center. Hace varios años ya me topé con una cuenta de Instagram algo extraña: referencias constantes a teléfonos y una estética muy particular y alejada de lo que era por entonces la norma. Como si su contenido no pudiese entenderlo aún. Soy ferviente seguidora suya desde entonces (le incluyeron en el último número de Hi-Fructose!!! estoy tan contenta como si me hubiese sucedido a mí!), podría decirse que es mi creador favorito de Instagram. La atmósfera asfixiante y onírica de verdes y violetas toca una tecla muy particular en mí, me vuelve muy emocional, no sé explicarlo pero creo que sí, que ahora lo entiendo. Sigo volviendo de tanto en tanto a este post suyo, casi siempre me hace llorar.
3. La Doctora Lisa Sanders escribe desde 2002 una columna para el New York Times llamada Diagnosis. Aunque ahora comparte también casos resueltos, comenzó como una columna donde presentaba casos misteriosos reales, explicaba los síntomas del paciente e incluso compartía los informes médicos. En ella pedía ayuda a los lectores a través de un formulario y estos diagnósticos eran después compartidos con el paciente y su médico. No soy sanitaria pero i’m kinda interested in everything that is unknown to me, es adictivo leer los casos (y los comentarios!) y tratar de hacer tu propio diagnóstico: sabiduría gratis y nunca está de más familiarizarte con tu cuerpo y sus procesos. Hipocondriacos, léanla con precaución.
4. Esta lista. Hay unas cuentas de twitter a las que yo llamo twitter esquizofrenia (y que, no voy a mentir, trato de gatekeepear un poco por un pavor personal a que algo que disfruto se convierta en main discourse y acabe por cogerle manía) a los que considero herederos del weird twitter de los 2010s pero que han evolucionado en algo más honesto y desprovisto de cinismo. La Doctora Roro está en la parte más alta de este iceberg de twitteros y es lúcida como un sueño inducido por benadryl y melatonina. En esta hora de los monstruos que se está viviendo en el ocaso de Twitter donde ya hemos aceptado la convivencia con los bots y los perfiles personales cada vez más corporativos, las cuentas que aún consiguen generar lenguajes propios son un respiro. Esta lista es un despliegue de ello, pienso usar “you seem algorithmic” con frecuencia.
5. Este artículo sobre Garfield. Soy una obsesa del gato gordo naranja. Tengo todo tipo de parafernalia de Garf, sigo a muchísimos perfiles relacionados con él (que publican viñetas, fanart, o incluso una cuenta sobre budismo y Garfield), si un día Garfield no tuviese ningún fan significaría que he dejado este mundo. Es curioso porque no recuerdo ser aficionada al gatito de pequeña, la obsesión me vino ya de adulta. Creo que quizá tiene que ver con lo que explica Dan Brooks en el artículo, la familiaridad de Garfield y sus variaciones nos acomoda ante la posibilidad de una ficción cada vez más repetitiva y evidente.
6. La casa en Cap Ferret de Lacaton y Vassal. Cuando pienso en dónde me gustaría vivir si me diesen una bolsa llena de dinero y si no existiesen los horrores mundanos que me atan a la ciudad siempre me viene a la mente esta casa en la costa francesa. Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal son – a mi juicio – unos de los arquitectos con los procesos de diseño más creativos, sensibles e inteligentes, consiguen generar unas arquitecturas sutiles, que no necesitan gritar, atajando los problemas desde el diseño y evitando sobrecostes. Para esta vivienda, situada sobre una duna frente al mar, decidieron no alterar el paisaje ni la vegetación, lo cual implicaba no asentarse sobre el terreno ni talar los pinos. Decidieron elevarla sobre micropilotes, permitiendo la circulación bajo ella y evitando talas, desbroces y excesivos movimientos de tierras. La vivienda se abre hacia el mar y los árboles la atraviesan (como en el Pabellón Nórdico de la Biennale de Venecia) de manera que los huecos pueden adaptarse a su movimiento. Me gusta imaginarme sentada en la terraza frente al mar en una tarde de finales de verano, las procesionarias de los árboles se convertirían en mis amigas.
7. Normal podcast for normal people. Descubrí hace unos cuatro años este podcast llevado por Snuff y se convirtió en mi favorito. En él narra creepypastas y después los explica: investigando en su origen y autoría, atándolos con otras ficciones o creepypastas, encontrando patrones dentro del género, etc. A la dinámica del programa ha incorporado los Premios Creepy, donde una vez al año los oyentes le hacen llegar creepypastas propios, él narra una selección de ellos y finalmente la audiencia vota para elegir el ganador. La comunidad que se ha creado alrededor es absolutamente pura, solo gente que aprecia las historias de terror, sin egos. Si lo vas a escuchar te recomiendo que lo hagas a mi manera: ponte los auriculares y sal a pasear por tu ciudad escuchando los capítulos desde el más antiguo al más reciente. Ten cuidado porque alguna vez he tenido que dormir con la luz encendida por el miedo.
8. Por mucho que aprecie los horrores del internet nada me mueve tanto por dentro como el hopecore. La positividad puede resultar, casi siempre, una ñoñada, pero la melancolía optimista… Nada me reconcilia tanto con el mundo. Estas creo que son mis imágenes favoritas:
9. Las noticias de Microsoft. Cualquiera que tenga un Windows habrá visto el desplegable en la parte derecha de la barra de herramientas. Se ha convertido en mi droga, en mi oasis en los ratos muertos en el trabajo, mi medio de desinformación de referencia. Tiene la selección de noticias más absurdas, IA-generated e irrelevantes: “Cuidado con el nuevo cambio de Whatsapp”, “Estos son los diez mamíferos más peligrosos del planeta”, “El pantalón de Zara que todas las mayores de 50 agotarán esta primavera”, “La nueva serie policiaca adictiva de Netflix”, “Se desvela por qué lloraba Carmen Borrego”… clic clic clic clic clic.
10. Este beso de Giotto. El primer beso de la historia del arte está en la capilla de los Scrovegni, en Padua (visita imprescindible si estás cerca, desde Venecia es media horita de tren). La capilla está dedicada a la virgen y Giotto pintó los frescos con los que está decorada, en los cuales recoge las escenas de la vida de esta a modo de “viñetas”. En esta escena los padres de la virgen, Joaquín y Ana, se besan tras descubrir que Ana está (inesperadamente) embarazada. Es uno de mis besos favoritos sobre todo por la tactilidad (¡mira como ella le acaricia las barbas!), porque también se besa con las manos, y también por esa ternura y esa mirada, porque en el siglo XIV ya sabían como son los buenos besos.
He abierto rápidamente Instagram para cotillear la cuenta de the_call_center y me encuentro entre fascinada y horrorizada. Pero, obviamente, le he dado a seguir.
Gracias por otra publicación maravillosa 👏🏻
Vivo por y para esto