Querida amiga,
Ya con los billetes de Renfe para volver a casa comprados, mi novio y yo hemos decidido que nos vamos a Taiwán estas navidades. A 30 días vista de la fecha de ida, renovamos nuestros pasaportes (ahora es súper buen momento de hacerlo, en vez de verano), compramos billetes y me hice un itinerario para recorrernos la isla como mochileros en un tiempo récord. Los OGs de esta newsletter recordaréis que esto empezó como una carta semanal que enviaba mientras estudiaba ahí. En su momento, como nos encontrábamos en pandemia, mi pareja nunca llegó a venir a verme y nos pasamos siete meses esperando a que abriesen las fronteras (no lo hicieron hasta que me fui de ahí). Qué ganas de volver a los orígenes <3
Desde hace más de diez años guardo listas anuales de todas las canciones que he estado escuchando de manera regular en Spotify. Tengo documentadas todas las canciones que escuchaba en primero de carrera, el año que me pasé trabajando en marketing, el año en el que me rompieron el corazón, o el año en el que rompí yo corazones. Estas navidades me volveré a poner la lista del año en el que fui a Taipei, capitaneada por Rilo Kiley con los que me hizo obsesionarme mi amiga Ritz que conocí cuando fui allá.
En su momento, después de estar hablando un rato de cómo ella había pasado su adolescencia mamando folk emo dosmilero, le pedí que me hiciese una playlist de canciones de Rilo Kiley. Más adelante, me hizo playlists perfectas de música country, de música country, de música country. Obviamente, odiando el monopolio de Spotify, esta parte de facilitadora para compartir música es la que más me gusta de las plataformas digitales. Y es por esto que la faceta tan marketiniana, poco orgánica y que sin embargo funciona como un reloj suizo alimentándose de los pobres egos de sus usuarios del Spotify Wrapped me molesta tanto. Spotify, que quitó su funcionalidad de pasar canciones a amigos directamente dentro de la plataforma, ahora quiere que compartas con ellos quienes son tus artistas más escuchados del año. No me he sentido más producto en mi vida.
Ryan Broderick hacía unas notas hablando de este cambio de paradigma que ha supuesto Spotify, atándolo con su wrapped.
“It was great, but it was also a funny experience for me, a millennial, who, for most of my life, had a music taste that was shaped socially, rather than digitally. I discovered music through friends, through tour lineups, through my local scene growing up, through subgenres of interconnected bands and the blogs that covered them, etc. And the shift over the last few years, away from discovering music like that towards, primarily, having it recommended to me by algorithms, is why my music taste has become a lot weirder and, I suspect, why I don’t go to concerts as much as I used to. They are still, for me, in the back of my brain, something I would go to with friends if we all liked the same band. And we don’t all like the same bands anymore. My music taste is now a personal set of recommendations that Spotify is delivering me. I still share music I like with my friends, of course, but it’s now secondary in the stack.”
Personalmente, más allá de los memes de vivir en Burlington, Berkeley y Cambridge, Spotify Wrapped no me puede aburrir más. Igual es porque nunca me va a decir nada nuevo (otro año con mi secuestradora con la que tengo síndrome de Estocolmo, Taylor Swift, encabezando todo), igual es porque todo alrededor de ella está pensanda para presumir de la identidad de uno mismo en una forma que no puedo entender. Lo único que me ha hecho gracia es un amigo integrante de un grupo barcelonés que se separó hace unos años contándome que a un chico le ha salido su grupo en más escuchados y estaban hablando de reunirse para hacer un video de agradecimiento por las risas.
En First Floor llevan el enfado un poco más allá:
“In 2023, it’s baffling to me that anyone who’s involved in (or who claims to genuinely care about) independent music is still posting their Spotify Wrapped graphics. Even if you feel like you have to be on the platform at this point, you certainly don’t have to provide the company with free advertising and help to perpetuate its dominance over the music industry, especially when said company recently announced that it will soon stop paying any sound recording royalties whatsoever to the majority of artists using its services.”
Anyway, food for thought.
10 cosas mientras preparo maletas
1- Estas dos semanas que he estado sin el control de esta newsletter Sam Altman ha sido despedido como CEO de Open AI, y luego ha sido restituido como tal. Desde que no escribo la sección “Haciendo Scroll” en Rockdelux (que a diferencia de lo estrictamente-lo-que-me-da-la-gana que trato en Gárgola Digital, si que cubría la actualidad de Internet y hacía amagos de intentar explicar qué es un NFT) estoy un poco fuera de la onda del noticiario tech. Para gente como yo, quizás para tí, Max Read ha hecho “la guía del normie interesado en el drama del OpenAI”: 5700 palabras desglosando todos los personajes, todo el timeline y explicando, según él, por qué “esto no es una historia importante, pero es una historia interesante y reveladora y -y este es el mejor argumento para seguirla- una historia objetivamente graciosísima”. Para mi el mejor argumento es que lo escriba Max Read, cuya prosa es la única capaz de hacerme leer un texto de 20 minutos sobre techbros. Ejemplo:
For many people, especially those working in the A.I. industry and the social and professional ecosystems that have grown out of it over the last few years, the news on Friday afternoon that Sam Altman had been fired as C.E.O. of OpenAI--and his subsequent re-instatement late Tuesday night--marked a world-historically shocking turn of events, reverberations from which will be felt for centuries--a turning point on the order of Brutus assassinating Caesar, or Lowtax exiling Moot from SomethingAwful.
But for many others, the phrase “OpenAI has fired Sam Altman” is like the phrase “Zendaya is Meechee” or “Bibme is now part of Chegg” or “He was in the Amazon with my mom, when she was researching spiders right before she died”--a collection of words that carries no emotional or semantic weight, an example sentence that exists to demonstrate syntactical rules, language that rolls off the brain like water from a duck’s back.
2- Después de años intentando encontrar palabras para justificar el cringe que sentía viendo a cuentas de memes quejándose porque su trabajo autorial no se tomaba lo suficiente en serio, intentando monetizar el meme, metiéndose en guerras con otras cuentas de memes y utilizando la palabra “mememaker” sin ápice de vergüenza, llega este post en el que Revista Hiperpoesía anuncia un taller con lamiradatransgresora sobre “por qué el autor no importa en el meme” y me siento bendecida de que exista gente mucho más locuaz que yo. (click porque son varias imágenes en el post)
3- El sábado que viene vuelven Autoescuela a Barcelona y juro que me hace más ilusión verlos que ver a cualquier cabeza de cartel de festival. En 2017 David, Raül, Patri y yo organziamos la primera y única edición de un sarao llamado La Nueva Carne, en el que Autoescuela tocaron su primer concierto en Barcelona junto a Betacam. El otro día le decía a mi novio, “hay algo de su música que solo puedes entender si has sido criada en un pueblo con conexión al resto del mundo a través de una línea de autobús que pasa con poca frecuencia”.
4- Alison de Lizzy Stewart. Me lo leí del tirón y me cuesta horrores creer que no es autobiográfico. La de Alison parece el retrato robot de la vida de cualquier mujer que se ha hecho su hueco en el arte o la cultura a lo largo del siglo XX.
5- Longreads ha he hecho una lista de sus posts más leídos este último año y en primera posición estaba se encuentra esta pieza sobre las reviews de Google Maps. “I have lived, these reviews say, I have fought and struggled and cried in the face of beauty. I have felt pain, and I have been to Taco Bell and it was only average”. Me ha venido a la cabeza este otro vídeo que ví hace un par de semanas, de lo que en principio parece un youtuber random yendo a visitar sitios con cero estrellas en Google, pero que luego da un giro bastante oscuro.
6- Este hilo de twitter sobre las referencias a la alta costura que hay en Sailor Moon es un recordatorio de lo guay que era la moda en los 90.
7- Esta web que te permite explorar el internet de Palestina en los 2000. Un trabajo de archivo increíble.
8- Albert y yo nos vamos a Taiwán en navidades y me muero por meterme de nuevo en probar todos los bubble teas posibles a un euro y medio. Como celebración y regalo, esta página que te ayuda a entender las 12 millones de combinaciones de bobba tea que puedes hacerte!!
9- Frikis musicales insoportables: os escucho. Os ofrezco mi penitencia después de haberme metido con vuestros Spotify Wrapped en toda la intro: Music League, un juego competitivo en el que juegas contra tus amigos a través del móvil. Se monta una liguilla con temas musicales marcados (ej. canciones de menos de 20 minutos, canciones de los ‘60, canciones de un supergrupo…) y cada jugador manda una canción adecuada a través de Spotify. Durante los siguientes días se genera una playlist de spotify y cada jugador vota las canciones que más le gustan de la lista.
10- La maravillosa ilustradora Jinhwa Jang. Funky, fun, ochentero y nuevo.
Eskerrik asko gomendio guztiegatik aste berri bat!
Datorren astean Donostira gurasoen etxera noa eta pasako naiz zure ahizparen dendatik, gomendatu zenun garbitzaile edo beste zeozer erosi nahi det :)
Oso Ondo pasa Taiwanen!